CAMINOS PARA UN REENCUENTRO

Inspirado en los personajes reales de Ella Maillart y Annemarie Schwarzenbach


UNA CONVERSACIÓN EN AUSENCIA

Esta correspondencia entre las viajeras suizas Annemarie Schwarzenbach y Ella Maillart es la historia de una pasión. La fascinación de Montse Barderi y Emma Vilarasau por las dos escritoras. Pocas voces han creado una atracción tan irresistible en los lectores como la de Schwarzenbach. Maillart es otra cosa. Más pausada, más reflexiva, menos dramática, se la sigue, pues representa la estabilidad en el viaje y en la escritura, entre otras cosas, pero se la quiere de otra forma. 

Estas cartas inspiradas en la historia de las viajeras arrancan poco después de terminar el viaje que hacen juntas a Asia Central. Es el invierno de 1940, Maillart acaba de viajar a la India en una búsqueda espiritual y Schwarzenbach, de ingresar en el Doctors Hospital de Nueva York a causa de una nueva crisis. Desde India y Nueva York, realizan un intercambio epistolar que recoge el nomadismo de Schwarzenbach por Estados Unidos, Suiza, Congo Belga y Suiza, y el sedentarismo de Maillart en India. 

La elección de las cartas como forma literaria permite a las autoras beneficiarse del género epistolar. Asistimos a una conversación en ausencia de dos interlocutoras en la que una gran parte de la información no queda registrada. Solo le pertenece a las dos. Aquello que hicieron, que vieron, que amaron, que reflexionaron, pero que el lector no conoce. Se crea así una tensión que solo se remedia leyendo con gran atención las cartas y buscando entre líneas. La gran ausencia y la gran alusión es el viaje. El desplazamiento que hacen juntas a Asia Central y al que aluden sin cesar. Un viaje que determina su relación y la relación que se narra en estas cartas. El viaje, de nuevo, como tema principal. Si Ella decide viajar sola a India, es porque el itinerario con Schwarzenbach a Asia Central salió mal. Habrían viajado a India juntas, le recuerda, pero no en las mismas circunstancias en las que transcurrió su periplo, es decir, bajo la adicción a la morfina de Schwarzenbach. Una adicción sobre la que se explaya ampliamente Maillart en el libro que recoge el viaje de ambas, La voie cruelle (1952) y de la que surge a menudo una pregunta: ¿Se habría referido a ella, y de la misma manera, si Schwarzenbach hubiera estado viva cuando lo publicó?

Esta correspondencia recoge un diálogo que repasa los temas principales tratados por Schwarzenbach en sus libros y cartas, así como los de los libros de Maillart. Por ejemplo: la relación de la primera con sus padres y sus remordimientos por los negocios y el bienestar económico familiar; el cuestionamiento sobre el progreso y la civilización, tal y como se conocen en Occidente; el papel de Europa y la generación de entre guerras frente a los conflictos bélicos; la afirmación de Maillart de que Oriente es el espacio de la paz y la tranquilidad, etc. Al mismo tiempo, el acceso al espacio privado que significa el género epistolar permite presentar a Barderi y Vilarasau la relación íntima y sentimental entre Schwarzenbach y Maillart. Una intimidad descrita en La voie cruelle de forma ambigua e intelectualizada. Así, construyen dos personajes de los cuales vamos conociendo paulatinamente sus ansiedades y problemas. 

El libro comienza in media res y en una gradación extrema. Schwarzenbach escribe en mitad de una crisis. Su vida “al límite, siempre al límite”, “ángel devastado”, como la apodó Thomas Mann, aparece desde el principio. Maillart acude en su ayuda. Es la más reflexiva, la más estable, la madre o hermana mayor. El papel en las cartas no es muy diferente al que ella misma se construye cuando escribe La voie cruelle. Es la persona más capaz y, posiblemente la única, de hacer cambiar a Schwarzenbach. Una empresa heroica reservada para el papel principal o protagonista del libro: el rol de Maillart como heroína. Algo a lo que Schwarzenbach nunca podrá contestar, pues la publicación del libro se hace años después de su muerte. Una construcción de la que nunca se podrá defender y que ha dado lugar a una determinada imagen que se continúa perpetuando. Aquella que se centra en sus grandes tensiones biográficas y las prefiere a sus cuentos, novelas, poemas o libros de viaje. 

Barderi y Vilarasau escriben una ficción creada a partir de alguna frase de sus obras como “He ensayado en Persia todas las formas de vida posibles pero siempre he fracasado”; “Occidente ha fracasado y oriente no debe tomar el ejemplo e imitarlo”; “Estas regiones lejanas están hechas precisamente para hacernos temblar ante todo lo que solo intuimos y que sin embargo nos concierne”. 

La gran diferencia entre los libros de viaje de las viajeras y esta correspondencia es que la última presenta la posibilidad de clausurar todo aquello que quedó abierto al producirse la muerte inesperada de Schwarzenbach a los 34 años tras una caída en bicicleta. ¿Qué se habrían dicho?, ¿cómo habría sido su comunicación tras el pésimo viaje y la experiencia compartida en Afganistán?, ¿habrían vuelto a viajar juntas?, ¿habrían continuado su relación?, ¿habría viajado Schwarzenbach a India, un destino que no pareció interesarle? Todo ello va apareciendo en esta correspondencia ficticia basada en hechos reales. Y, sobre todo, lo más íntimo que quedó por esclarecer. La relación sentimental entre las dos. Que, o bien fue callada por obligación de la madre de Schwarzenbach, quien revisó el libro antes de publicarse, o por decisión de Maillart, quien, finalmente, opto por callar. Como demuestra el hecho de que no aparezca con su nombre de pila y la llame Cristina a lo largo del libro y, además, muestra este fragmento. Schwarzenbach como un ser extraordinario, intelectual, desprovisto de género: 

Mas para esos seres, excepcionales y raros, que se identifican con su facultad de pensar, que saben que solo el pensamiento existe, puesto que sin él no habría ni cuerpo ni mundo objetivo, el problema tiene menos importancia. El ser mental no tiene sexo o, por decirlo mejor, abarca los dos sexos, alternativa o simultáneamente (…). Para esas personas extraordinarias no es grave el contrariar las leyes de la naturaleza, ya que puede decirse que las han superado (…). Involuntariamente y sin saberlo, la gente intenta montar a la vez dos caballos igualmente salvajes: la semental naturaleza y el hermafrodita intelecto. Y padecen, al ser descuartizados. Tal vez era esto lo que le ocurría a Cristina*. 

En definitiva, esta correspondencia ficticia teñida de hechos reales de Barderi y Vilarasau consigue lo que cualquier lector de ambas viajeras hubiera deseado. Que Annemarie Schwarzenbach hubiera vivido más y escrito más. 

 

Patricia Almarcegui, escritora

patriciaalmarcegui.wordpress.com

 

 * MAILLART, Ella. Op.cit., pág. 233.