LA VIOLENCIA ES UNA VETA MISERABLE QUE CUBRIMOS CON CANCIONES

No es muy alentador aceptar que la Iliada es el texto fundacional del imaginario europeo, del sentir mediterráneo, de “occidente” si convenimos que se trata de un poema que exalta la guerra, y, por lo tanto, que refuerza actitudes supuestamente heroicas que se llaman Príamo o Héctor por parte de Troya, o Aquiles, Menelao, Ulises y Agamenón, por ejemplo, por parte de los que serán considerados por la historia vencedores. No es muy alentador, desde luego. Pero si hacemos el ejercicio desprejuiciado de que sean las mujeres las que relaten, se desvela que quien quiera que fuese Homero estaba dándole alas a la paz y despreciando la violencia, lo que cambia los cimientos y, por tanto, el edificio ético construido sobre los mismos. Ese coro de mujeres canta otra Iliada que una ley de desvergüenza y miedo sigue queriendo aún hoy amordazar. Y, sin embargo… Ahí empieza este poema…



PIENSO Y RECUERDO

I

No es muy alentador aceptar que la Iliada es el texto fundacional del imaginario europeo, del sentir mediterráneo, de “occidente” si convenimos que se trata de un poema que exalta la guerra como sistema de relaciones, y, por lo tanto, que refuerza actitudes supuestamente heroicas que se llaman Príamo o Héctor por parte de Troya, o Aquiles, Menelao, Ulises y Agamenón, por ejemplo, por la de quienes la mitología considerará vencedores. 

No es muy alentador, desde luego. 

Pero si hacemos el ejercicio desprejuiciado de que sean las mujeres las que relaten, se desvela que quien quiera que fuese Homero estaba dando alas a la paz y despreciando la violencia, lo que cambia los cimientos y, por tanto, el edificio ético construido sobre los mismos. Las teorías que se lanzan al viento de la restitución proponiendo que Homero, el múltiple, el rehén, fuera en alguna de sus vertientes una mujer contando la historia transforma la ceguera en hermosa metáfora de la memoria que mira hacia dentro de nuestra conciencia.

Es el mismo pálpito que se tiene al saber que toda una iconografía interpretada desde un punto de vista del que no se dudó descubre, al estudiarla sin ideas preconcebidas, que muchas de las supuestas flechas representadas en las paredes de las cuevas de nuestros más remotos antepasados son hojas, como han podido demostrar los estudios que han incorporado esa valiosa herramienta científica que hemos aceptado llamar “perspectiva de género”. Tal vez tendríamos que empezar a ser más precisas en el lenguaje y decir “perspectiva de las mujeres”, lo no tenido en cuenta, lo no dicho, lo evitado, puesto que “género”, aunque sea un término ya canónico en la academia sigue, y cada vez lo notamos más, clasificando y constriñendo, vetando y eludiendo temas de profundidad. En todo caso, la herencia simbólica que el nuevo ángulo resignifica pasa a ser muy distinta, y también el reparto de posiciones que establecía la anterior cambia si el arma es, en realidad, una planta.

 

 

 

Apena constatar, entonces, el dolor innecesario que ha sostenido, que sostienen las estructuras sociales en las que habitamos, los velos interesados que se superponen hasta la desaparición o el olvido. Por eso, como cuando Galileo presenta el universo desplazando la centralidad exigida a la Tierra, limpiar el palimpsesto de capas que cubren antiguas expresiones escondidas también limpia nuestro inconsciente colectivo, señalando que ha habido apropiación por parte de un poder que era circunstancia y, días sobre días, se ha convertido en poder inapelable que observa, vigila y castiga en función de sí mismo. El asombro implícito en tal desvelamiento desencadena preguntas, y las preguntas que nacen en el corazón de la sorpresa, de lo inesperado, nos ponen a pensar. Es un pensar activo que quiere formas, que quiere “presencia y figura” y a ello se encamina.